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Parece que mi cabeza quiere estallar. Los latidos de mis sienes componen una rítmica tortura que está consiguiendo abatirme. En ese momento encamino mis pasos hacia el único lugar donde el sonido de mis ideas se oirá más alto que el tumulto originado por la multitud allí congregada. De pronto me encuentro ante el único ser que será capaz de mitigar esa sensación extraña en mi cabeza. Pongo la mente en blanco y simplemente escucho la música, dejo que cada canción invada mi cuerpo y rindo mis sentidos a la melodía. Frente a mi se halla el habitante de ese mágico habitáculo donde la música se hace carne y adquiere todo su sentido. Sus medidos y sabios movimientos convierten el desfile de canciones en pura magia, y como si de un alquimista se tratara logra convertir lo tangible en etéreo, y esa sensación lo inunda todo, mientras por su cabeza pasa el próximo truco. Soy un privilegiado. Observo a escasos centímetros lo que muchos no serán capaces de disfrutar en una vida entera, y me esfuerzo por grabar en mi memoria cada momento porque se que me encuentro ante algo especial, capaz de generar en mi cuerpo y en mi mente una sensación que me reconforta más que cualquier medicamento que pueda ingerir. Como si de un chamán se tratara, ha tornado su música en una poción sanadora que alivia mi maltrecha mente y consigue que ahora puede haber recuperado suficiente lucidez como para escribir estas líneas. Gracias por ayudarme aún cuando no te das cuenta.
Un abrazo de Víctor Sound (feelin´ the beat)
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